Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que vi cómo aparecieron las dos rayitas marcadas en el test de embarazo. Ese momento en el que casi se te para el corazón y te da un vuelco, y que con alegría infinita piensas ¡Estoy embarazada! Ese primer momento mágico que compartes con tu bebé y en el que empiezas a ser consciente de que la vida ya te ha cambiado.

Esa primera vez fue inesperada para nosotros porque aún no buscábamos ser padres. Había llegado de sorpresa y de pronto todo fueron preguntas agolpándose en la cabeza. ¿Y ahora qué? Supongo que ir al médico de cabecera. ¿Lo contamos ya? Algo he oído de que lo mejor es esperar 3 meses para decirlo, porque dicen que para muchas mujeres el primero termina en aborto…

Muchas mujeres…pero esas eran otras mujeres. La aterradora idea pasó veloz y se fue. ¡Cuánta felicidad sentía! Corrí a contárselo a mis padres, y al resto del mundo decidimos esperar, pero más que nada porque nos apetecía vivirlo un tiempo más a solas.

No tenía miedo. ¡Qué sensación tan fantástica! Todo estaba bien. Mi vida era tal cual soñaba que fuera, y sólo iba a mejorar con el paso de los meses, con el gran colofón de tener a mi bebé en mis brazos. Quería muchas fotos, quería ver tiendas de bebés, comprar juguetes, ropa premamá… me metí en foros de maternidad para compartir mi experiencia con otras mujeres. Mi mundo sólo giraba en torno a que yo iba a ser madre. Y esperaba con ilusión la primera ecografía.

Pero antes tenía cita con la matrona. En la sala de espera había otra pareja, y yo pensaba si serían tan felices como nosotros. Seguro que sí ¡Cómo iba alguien a no ser feliz en esa situación! Me tocó pasar y me abrieron la cartilla de embarazo. No comas quesos no pasteurizados, ni chorizo ni jamón hasta que no sepamos lo de la toxo… ¿toxo qué? Bueno, eso, algo que te miran en la analítica. “El embarazo no es una enfermedad” recuerdo que me dijo la matrona. Si hubiera sabido lo que me esperaba, igual se lo hubiera ahorrado.

Mi marido fue a trabajar y yo volví a casa. Había nieve y yo, completamente ajena a lo que me esperaba, me imaginaba jugando con mi hija en ella…es que siempre he sido muy de soñar despierta, y la situación era perfecta para soñar cosas maravillosas. De camino compré una revista de maternidad en un kiosko y la hojeé un rato en un banco. ¡Cuánta inocencia! Un mundo nuevo y fascinante se abría ante mí y me entregaba completamente a él.

¡Y sólo quedaban un par de días para verlo y escuchar su corazón! Pero ese mediodía me sentí mal. Fui al baño y al limpiarme había una mancha roja. ¿Pero qué es esto, qué está pasando? ¡No no no, Irene, reacciona! ¿Qué hago, a quién llamo? Por favor, por favor, que no sea nada malo

Y salí pitando al hospital mientras avisaba a mi marido.

Aquí comienza mi historia con los abortos de repetición. No te pierdas la próxima entrada, donde te contaré cómo siguió todo…

 

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