Volvimos a casa con nuestro montón de folios y los metimos en una carpeta, que yo ya no quise ni ver. Llévala tú, escóndela. Mi inocencia se seguía disipando a cada minuto que pasaba, se suponía que debía estar disfrutando de mi embarazo y en cambio estaba en esta pesadilla. Otra vez sofá, otra vez esperar. Unos días después estábamos de nuevo en la consulta del ginecólogo.

“El corazón se ha parado”, es un aborto. Y mi mundo entero se paró con esa frase. No podía sentir ni mi propio corazón, todo era hielo, todo silencio aunque el médico siguiera hablando. No me dieron tiempo ni a reaccionar, enseguida estaba ya vestida y sentada frente a su mesa y junto a mi marido, oyendo lo que había que hacer ahora. Ante mí dos opciones: pastillas para expulsarlo en casa, o legrado.

No podía imaginarme en casa esperando que mi cuerpo expulsara a nuestro bebé. ¡Lo único que quería era estar embarazada! Decidí que legrado, cuando antes ¿No se puede ya mismo? Quería pasar página, olvidar y embarazarme de nuevo. Aún con todo, algo en mí seguía inocente… porque la pérdida de un hijo no se olvida jamás.

La enfermera nos pidió la carpeta llena de citaciones que nos habían dado tan sólo unos días antes, para que no tuviera que pasar por el trago de anularlas yo misma. Se lo agradezco, pero lo mejor hubiera sido que el médico no nos hiciera pedirlas hasta ver que iba bien…

Al día siguiente me hicieron el legrado. Para mantenerme esperanzada me agarré de las estadísticas y de lo que me decía todo el mundo: el primero es normal que se pierda, y el siguiente va bien. Y de lo que me dijo la enfermera que me cuidaba al salir del quirófano: “mujer legrada, mujer embarazada”. Luego me lo dirían muchas más veces, pero ya no me produciría esperanza, sino tristeza y rabia, al punto de llegar a responder ¿Embarazada y también con hijo nacido vivo y sano?

Estuve un día ingresada, y lo que más recuerdo son los cuidados de mi marido. Nadie me había cuidado así nunca salvo mis padres. Con tanta paciencia, con tanto mimo, con tanta presencia pero respetando mi dolor. A partir de ese día lo miré con un amor mucho más profundo, porque lo que ahora nos unía era de los dos. Ya no estaba, pero seguía siendo nuestro.

Volví a casa y él se reincorporó al trabajo. Mi madre vendría a pasar un tiempo conmigo, pero hasta entonces estuve algunos días sola. ¡Qué vacía me sentía! Sólo miraba la TV, y en cada programa había algo que me recordaba el dolor que estaba sintiendo. Nunca hubiera imaginado pasar por un dolor tan fuerte, un llanto tan hondo, una pregunta  (¿Por qué a mí, por qué mi bebé?) tan desgarradora. De pronto todo había perdido sentido, de pronto yo ya no era la misma, el mundo era un sitio totalmente distinto.

Y es que con la pérdida de mi primer bebé también se fue mi inocencia.

Y esta es la historia de mi primer aborto. ¿Te ves de alguna manera reflejada?  ¿Sientes que algo en ti ha cambiado en a raíz de tu(s) pérdida(s)? ¡Déjame tus comentarios, te escucho! 😉

 

4 respuestas

    1. Hola, Loli! Eres Loli, mi compi de foro y otras aventuras? 😉 Si… qué duro y triste es ese momento en el que te das cuenta de que ya nunca volverás a ser la misma. Y toca hacer el trabajo de Re – Conocerse y de aceptarse en esa nueva mujer que ahora se es, para seguir adelante fortalecida. Un abrazo y muchas gracias por comentar!

  1. Creo q todas podemos sentirnos identificadas. Esa inocencia perdida de golpe. Y lo de ver a tu pareja diferente también es cierto,aunque ellos no lleguen a comprenderlo del todo,al menos el mio….

    1. Hola, Sara! Creo que ese momento en que perdemos esa inocencia es de los más tristes que recuerdo. Pero seguimos siendo nosotras. Distintas, pero nosotras. Hay que integrar quien ahora se es y aceptarse, quererse y valorarse en ese «nuevo yo».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Acepto la política de privacidad, así como la inclusión de datos en un fichero de titularidad de Irene Acosta Perez con la finalidad de atender mi solicitud. * *

Los datos de carácter personal que me facilitas mediante este formulario quedarán registrados en un fichero de Irene Acosta, con la finalidad de gestionar los comentarios que realizas en este blog. Al marcar la casilla de aceptación, estás dando tu consentimiento expreso para que tus datos sean tratados conforme a las finalidades de este formulario, descritas en la política de privacidad. Puedes ejercitar los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición en info@ireneacosta.com